LOS CAMPEONES DE SIEMPRE

La ópera prima de Alejandro Rossi es antes que nada la idea del director con dos conceptos bien definidos y presentados en el desarrollo del film, la visión cultural disímil de dos familiares (abuelo y nieto) y la perspectiva pujante del sector emergente,  que es el provinciano en la capital. Con estas líneas de narración la historia se desarrolla de manera fácil y predecible, presentando a sus personajes con sus contraposiciones, dificultades y resoluciones.

La aceptación del público fue muy buena.

Marcial (Luis Enrique Gastelú) es un joven trabajador de construcción, nieto de don Tomás (Jorge Rodríguez Paz), provinciano que mantiene a su familia gracias al espectáculo de Huaylarsh que ofrece en su carpa “Coliseo”. Ambos tienen discrepancias sobre la danza y esto lleva a Marcial abandonar la casa, al mismo tiempo que sus abuelos adoptan una niña desamparada, Esperanza (Noelia Ramirez). El tiempo pasó y el Huaylarsh ofrecido por  “Coliseo” ya no es atractivo, la hipoteca del terreno se venció aproximando el desalojo. Los una vez socorridos por los abuelos tendrán que bailar para salvar “Coliseo”.

Una historia con la preconcepción, muy marcadas desde el inicio, de que al final pase lo que pase, las causas justas y nobles siempre triunfan. Con escenas absurdas como la descripción en que los concursos de Huaylarsh con el premio necesario para pagar hipotecas caen del cielo, el ablandamiento del duro corazón de un empresario de construcción al sentirse identificado con una danza.

Con una fotografía de similar trabajo al desarrollado por el Huachaquino, Nilo Inga, pero mejorada al tener el contacto de Juan Duran ofrece una toma del Huaytapallana y del valle del Mantaro. Un proyecto menos provinciano por cada segundo que pasa que se ve reflejado en errores de locación con la descripción de Auquimarca atrozmente confundida por Huachac. Defrauda al final. No cubre las expectativas que dejó Lima ¡Was! La idea de Rossi por hacer cine comercial evidencia la identidad mal abordada y la prisa por amodorrar al público con cine de mala calidad supones que en eso puso su granito de arena Augusto Cabada.

En escena el contrapunteo de zapateo.

Un proyecto de contraposición (más de contrapunteo de zapateo)  al acostumbrado cine de denuncia y exposición del sufrimiento del más desposeído, una variante del cine comercial hecho para peruanos, no para intelectuales, como lo afirma Rossi, para peruanos, al mismo estilo que los Westerns para los norteamericanos.

Escrito por Jhon Pizarro Taipe

(Inicialmente publicado en la revista quince del diario CORREO de Huancayo)